Muévete más y come menos ¿Es esta la solución contra el sobre peso y la obesidad?
Muévete más y come menos ¿Es esta la solución contra el sobre peso y
la obesidad?
Durante los últimos cuarenta años el aumento en la prevalencia de sobrepeso y obesidad a nivel mundial ha sido dramático. Lo que hoy en día se conoce como “epidemia de obesidad” se relaciona con el incremento de la tasa de mortalidad y el riesgo de presentar enfermedades cardiovasculares, infartos, diabetes tipo 2, cáncer y dislipidemias como altas concentraciones de colesterol total y LDL, y bajas concentraciones de colesterol HDL, lo que explica porque la tasa de expectativa de vida ha disminuido. La causa del aumento de esta epidemia ha sido atribuida a los factores económicos que han creado un ambiente de sobreconsumo de alimentos e inactividad física (Robinson et al., 2020; Tchang et al., 2021).
De manera general, el aumento de peso se produce cuando hay un
desequilibrio entre la cantidad de energía que una persona ingiere, la cantidad
de alimentos, y lo que gasta, es decir, su nivel de actividad física. Por lo
que, conductas del estilo de vida relacionadas con la dieta y el nivel de
actividad física juegan un papel importante al explicar el peso corporal de una
persona (Robinson et al., 2020).
La inducción a un
balance negativo de energía mediante el aumento de la actividad física y la
restricción calórica de la dieta, es uno de los tratamientos fundamentales para
personas que presentan obesidad o sobrepeso. Las guías para el control de la
obesidad han recomendado un déficit calórico diario de 500 kcal en promedio,
además, hoy en día, se ponen en debate distintas aproximaciones para lograr
este déficit calórico mediante dietas o regímenes restrictivos tales como
dietas bajas en grasa o en carbohidratos, ayuno intermitente y restricción de
los períodos de ingesta. Sin embargo, se ha demostrado que una pérdida eficaz
de peso es caracterizada por la adherencia a la dieta, no por la composición de
sus macronutrientes (Tchang et al., 2021).
El rol de la
actividad física en el manejo de la pérdida de peso tiene dos propósitos:
inducir a un déficit calórico y preservar la masa muscular. Si embargo, no
todas las actividades inducen de igual manera la oxidación de grasa en la misma
cantidad de tiempo. Por lo que, se recomienda que se realicen pequeños cambios
en la rutina del día a día, por ejemplo, tomar las escaleras en lugar del
elevador o las escaleras eléctricas, caminar en vez de tomar el transporte público
cuando son distancias cortas, ir parado en el transporte público, entre otras.
No obstante, varios estudios han demostrado que diversos factores que
contribuyen a la inactividad física, éstos se relacionan con la alta
urbanización de las ciudades como pocos lugares placenteros para ejercitarse,
presencia de basura, la mala calidad de las aceras o mala estructuración de los
espacios peatonales, alta densidad poblacional y sentimientos de inseguridad
por robos o crímenes (Hubácek, 2009; Tchang et al., 2021).
Entonces, ¿Por qué una persona no solo puede ejercitarse más y comer
menos para bajar de peso?
Se cree que va más allá de lo que una persona pueda comer o ejercitarse,
la obesidad también se ha explicado como un desorden neuroendocrino y
metabólico, resultado de la interacción entre factores que contribuyen a un
ambiente obesogénico y la predisposición genética. Esto se puede ver
reflejado en que hay personas que ganan o pierden masa grasa con facilidad,
mientras que para otras es más difícil (Hubácek, 2009).
Además, se sabe
que el metabolismo y las hormonas reguladoras del apetito siguen un ritmo
circadiano y cuando existe una disrupción en éste, puede llevar a consecuencias
metabólicas adversas. Los ritmos circadianos son patrones cíclicos biológicos
endógenos que duran 24 horas y regulan el tiempo para los procesos
fisiológicos, metabólicos y conductuales. Estos inician los episodios de sueño
y vigilia en el tiempo biológico adecuado, asi como las señales de alimentación
y ayuno. Cuando los patrones de alimentación y sueño no se alinean con las
señales circadianas, se compromete la integridad de estos ciclos endógenos, por
lo que, cuando estas disrupciones ocurren de manera frecuente se ha demostrado
que incrementa el riesgo de obesidad, diabetes tipo 2 y enfermedades
cardiovasculares (Boege et al., 2021).
Aquellas personas
que trabajan con turnos rotativos, proveen una fuerte evidencia de estos
efectos, ya que experimentan una desincronización crónica debido a que en sus
ciclos alimentación-ayuno y sueño-vigilia se ven completamente alterados. En la
sociedad moderna existe una desincronización media en estos patrones
conductuales, como la variabilidad en los patrones de sueño y tiempos de comida
a lo largo de la semana, lo que se conoce como “jetlag”, debido a que estos
patrones difieren en los días libres o de descanso. Los tiempos en lo que se
ingiere los alimentos han sido ampliamente estudiados demostrando que, el
consumo de alimentos a altas horas de la noche y cercano a la hora de dormir se
asocian con un estado de ganancia de peso (Boege et al., 2021).
El ciclo
circadiano endógeno es principalmente controlado por un reloj autónomo en el
sistema nervioso central (SNC), el cual se sincroniza con factores como la luz
ambiental natural, señales del comportamiento tales como comer y dormir, cuando
éstos no se sincronizan con frecuencia con el ciclo circadiano endógeno mediado
por el SNC, por ejemplo, cuando la ingesta de alimentos ocurre durante altas
horas de la noche, se ve alterado y se pierde la homeostasis (desalineación del
ciclo circadiano). Mientras que, cuando una alineación circadiana se facilita
el ciclo de los procesos fisiológicos (Boege et al., 2021).
La desregulación
de los ciclos circadianos ha sido reconocida como un factor riesgo para el
incremento de peso, obesidad y enfermedades cardio-metabólicas, por lo que,
entender la bioindividualidad en la sincronización de ciclos y las distintas
respuestas metabólicas a la ingesta de alimentos en las diferentes fases del
ciclo circadiano, es importante para personalizar las recomendaciones de patrones
de alimentación saludable (Boege et al., 2021).
Además, la
restricción del sueño también juega un papel fundamental en la regulación de
los ciclos circadianos, se ha demostrado la asociación entre pocas horas de
sueño y un incremento en el índice de masa corporal, debido a cambios neuroendocrinos
acompañados de incrementos significativos de hambre y apetito, específicamente
para alimentos con un alto contenido de carbohidratos, también, se demostró un
aumento en los niveles de grelina y una disminución de leptina en personas con
una restricción calórica y en aquellos que no tenían esta restricción hubo un
aumento en su ingesta calórica. Por lo que, se puede evidenciar que las personas
compensan las horas de sueño restringidas o perdidas por aumento en su ingesta
energética (Spaeth et al., 2013).
Del mismo modo, la
restricción del sueño afecta también a la ingesta de macronutrientes y su
frecuencia. En un estudio realizado en adolescentes, aquellos que durmieron
menos de 8 horas por noche consumieron una mayor cantidad de calorías provenientes
de grasa y en menor cantidad de carbohidratos y proteínas, en comparación a
aquellos que durmieron 8 horas o más por noche. Por otro lado, en adultos se ha
asociado con un mayor deseo consumo de alimentos ricos en carbohidratos y
aumento de las calorías ingeridas provenientes de snacks altos en carbohidratos
y grasas (Spaeth et al., 2013).
De igual manera,
la genética juega un papel importante en todos los procesos bioquímicos, hoy en
día, se ha demostrado que ciertas variantes del gen FTO se asocian con la
cantidad de alimentos ingeridos y con preferencias por comida densamente
calórica, por lo que otra aproximación a la elaboración de planes para el
control de peso en individuos con sobrepeso u obesidad sería elaborar
recomendaciones dietética en base a su genoma o polimorfismos de este gen que
pudieran presentar (Czajkowski et al., 2020).
Por último, existe
una gran cantidad de literatura que analiza si los factores psicológicos pueden
explicar porqué algunas personas se adhieren de mejor manera a hábitos de vida
saludables, mientras que otras no. Numerosos estudios indican que las
diferencias individuales en los procesos cognitivos, como el autocontrol,
pueden predisponer a algunos individuos a comer grandes cantidades de alimentos
palatables aún en ausencia de hambre, mientras que otros si son capaces de
resistirse, aunque hay no existan estudios que arrojen resultados
significativos, se sugiere que se debe, aquellos factores psicológicos o de la
personalidad que pudieran ser causantes del aumento de peso (Robinson et al., 2020).
En conclusión, el
tratamiento para la obesidad o sobrepeso no se resume a comer menos y realizar
más actividad física, sin duda éstos juegan un papel importante, pero no son
los únicos, sino hoy en día no se hablaría de una epidemia. No obstante, como
se ha podido evidenciar en los estudios que se han realizado, existen más
factores que se encuentran detrás de aquellas conductas que llevan al aumento
de peso, los cuales han recibido muy poca atención y que realmente pudieran ser
aquellas piezas faltantes en la elaboración de guías para un tratamiento integral
y efectivo, pero sobre todo sostenible en el tiempo, donde se puedan tratar las
causas a raíz, y aquella persona pueda mostrar adherencia a los cambios
realizados mejorando así su calidad de vida.
Bibliografía:
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